Prefacio: La siguiente escena formaba parte de los deberes de clase. Se trataba de un argumento a partir de dos secuencias de Mad Men. Este dato referido a Mad Men nos era desconocido, de punto de partida. Espero que les guste.
Escena 1
Marido rebuscando en la despensa y Mujer preparando canapés en la cocina de su casa
Marido: Cariño dónde está el Chateux Bonvivant?
Mujer: Tú sabrás, tú eres el que lo reserva para estas ocasiones, tan especiales.
Marido: Querida, porqué me parece detectar en tu voz un tono que no me gusta nada.
Mujer: A ti no te gusta mi tono? A mi no me gustan tus cenitas sorpresa!
Marido: Baja la voz, por favor, no me hagas quedar mal.
Mujer: Claro, para que él quede bien con su jefe yo tengo que improvisar una cena de alto copete. Después de pasarme el día entero trabajando fuera de casa, tengo que ponerme a servirle a ese yuppi maleducado que tienes por jefe.
Marido: Baja la voz, por favor, como te oigan…
Mujer: Mira, me tienes harta, no sólo me roba a mi marido quince horas al día, sino que además, ha de venir, importunando, a nuestra casa.
Marido: Sabes que no le podía decir que no.
Mujer: ¿Y por qué no?
Marido: Pues por que es mi jefe, joder.
Mujer: Y yo tu mujer.
Escena 2:
Marido acabando de descorchar una botella de “Chateux Bonvivant”. En la mesa sentados ante el segundo plato está el Jefe, su Amante y la Mujer.
Marido: Y para las ocasiones especiales, brindis especiales. Acercadme las copas, si sóis tan amables…
Jefe: Desde luego que no me equivoqué contigo. Al primer golpe de vista supe que tenía ante mí a un triunfador. Triunfador, entre cuyos méritos se encuentra el haber sido capaz de conquistar y seducir a tan gentil dama. (señalando con la copa en la mano en dirección a la Mujer)
Marido: Por favor, es una cuestión de amor, no es un triunfo.
Amante: Jiji, el triunfo del amor.
Jefe: Querida, haz el favor…
Mujer: Sí, el triunfo del amor…
Jefe: Detecto una sutil ironía en su voz, señora mía
Mujer: Sutil…
Jefe: ¿Perdón?
Marido: ¿Brindamos?
Jefe: Oh, sí, por supuesto… ¿me permites? Brindo por el amor en sus múltiples formas, en todas sus circunstancias… Salud! (disimuladamente sonríe lascivo al brindar con la Mujer)
Marido: Salud!
Amante: Cheers!
Mujer: Salud!
Jefe: Este vino es excelente, “Chateux Bonvivant” 1987, Castillo del Vividor, me gusta. Me gusta como epitafio: Por siempre en su castillo de vividor.
Marido: Disculpen que sí me levante…
Mujer: Trae el whisky cuando vuelvas, querido.
Escena 3:
Marido cerrando la puerta de entrada y girándose hacia su Mujer.
Marido: ¿Se puede saber qué te pasa, aparte de todo lo que ya sé?
Mujer: ¿Que qué me pasa?
Marido: Sí, ¿qué te pasa?
Mujer: ¿Es que no te das cuenta?
Marido: ¿De qué?
Mujer: A parte de todas las insinuaciones veladas, que han ido en aumento, cuando te has ido…
Marido: Eso, ¿qué ha pasado cuando he ido al baño?
Mujer: Pues que…
Marido: Por que he vuelto, y estabas más estirada aún…
Mujer: ¿Más estirada? Serás…
Marido: ¿Qué? Dime… ¿qué?
Mujer: Es un cerdo.
Marido: ¿Perdón?
Mujer: Es un asqueroso.
Marido: ¿Qué dices?
Mujer: Ese bastardo, se ha levantado cuando tú estabas en el baño, y me ha cogido por los hombros, y me ha susurrado que si mi hombre no era lo suficiente hombre…
Marido: ¿Qué estás diciendo?
Mujer: Lo que ha hecho, lo que me ha dicho.
Marido: ¡Me estás mintiendo!
Mujer: ¿Qué? ¿Por qué te iba a mentir?
Marido: Para que le parta la cara a mi jefe y me despidan, y yo sea sólo para ti!
Mujer: Pero qué dices, cariño… ¿no me crees?
Marido: ¿Pero cómo voy a creérmelo?
Mujer: Cariño, por favor, te lo juro, me pasó su mano por la mejilla, ví una estrella en el interior de su anillo.
Marido: ¿Cómo?
Mujer: Si no me crees, mira su anillo. Los nuestros, se ve que no te importan. (señalando su anillo)
Marido: Por favor, entiéndeme. ¿Me estás diciendo que mi jefe te ha puesto las manos encima delante de su amante?
Mujer: Ella estaba buscando no se qué en su bolso.
Marido: ¿Te ha puesto las manos encima?
Mujer: Sí. Bueno, sólo en los hombros.
Marido: ¿Te ha apretado los hombros con fuerza?
Mujer: No del todo, era como un pulpo (estremecimiento)
Marido: ¡Qué hijo de puta! Cariño, júramelo.
Mujer: Cariño, te lo juro.
Marido: ¡Me cago en su puta vida! ¿Y en mi casa? ¡Me cago en Dios!
Escena 4:
Despacho del Marido. Apura un vaso de whisky justo cuando entra el Jefe.
Jefe: ¿No son ni las doce y ya estás bebiendo?
Marido: ¿Quieres un trago?
Jefe: Por favor.
Marido: Aquí tienes. (Cuando le va a pasar el vaso se lo derrama en la mano donde lleva el anillo) Disculpa. Lo siento. Quítate los anillos, aquí tengo un pañuelo.
Jefe: Gracias. (se quita un anillo lo seca y lo deja encima de la mesa, mientras se quita el otro)
Marido: Así que este anillo es de tu época universitaria ¿no? (gira el anillo y observa una estrella grabada en su lado interior)
Jefe: Así es, la época dorada. Qué tiempos… (Se sienta)
Marido: ¿A qué jugabas, por cierto?
Jefe: Era quarterback en Pittsburgh.
Marido: Es curioso, yo era peso welter.
Jefe: ¿Ah, sí?
Marido: Desde luego, en el instituto, después en la marina…
Jefe: Aún te mantienes en forma ¿eh? (se levanta hacia el mueble bar y a mitad camino se detiene y se acerca al marido, poniéndole sus manos en los hombros)
Marido: Ejem (carraspea y respira hondo)
Jefe: Sí, que estás fuerte, sí. (le da unas palmadas en los bíceps) Debes de darle duro, pero por lo que se ve no a tu mujercita… Lo cierto, es que no parecía muy satisfecha. (vuelve a ponerle las manos en los hombros)
Marido: No vuelva a hablar de mi mujer.(susurrando)
Jefe: ¿Qué dices de tu mujer?
Marido: Que no vuelva a hablar de mi mujer (tono bajo)
Jefe: Oh! Serán imaginaciones mías, sí, en efecto, estaba acordándome de tu mujer…
Marido: Que no vuelvas ni a pensar en ella. (conforme dice esto se levanta, arma el codo y le propina un codazo durísimo bajo el esternón)
Jefe: Agh! (boquea sin encontrar aire)
Marido: No vuelvas ni a imaginártela. (le golpea la nariz con un directo terrible)
3.04.2010
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