2.02.2010

A la chica de las Etnies rosas




(bueno, ya sé que no eran exactamente este modelo...)

No te conozco, no sé tu nombre, y no sé cuándo te volveré a ver, así que, te escribo justo después de haberme cruzado contigo por vez primera.

Ha sido en el tren, gracias al griterío que han armado esas dos señoritas tan educadas que, aparentemente, sin más, o por un asiento en el vagón, se han descalificado como: gorda y cocainómana, respectivamente; tú estabas en primera fila, no necesitas más detalles.

En el momento en que ha empezado la refriega yo estaba mirando hacia el suelo, observando el calzado de la gente y escuchando los improperios, por debajo de un asiento he visto tus zapatillas, he ido alzando la vista y sólo he podido observar una porción de tu pelo cayendo sobre tu hombro derecho y, al otro lado del respaldo, el tirante de la camiseta negra enmarcando tu hombro izquierdo. Eso era lo único de ti que estaba al alcance de mis ojos.

Cuando ya ha pasado la tempestad poligonera y hemos llegado a Las Margaritas, has descendido del tren, he cogido mi bici y he seguido tus pasos por el andén, al llegar a tu altura no he podido girarme porque me daba un poquito de vergüenza, pero justo cuando daba un paso por delante de t, he mirado hacia el otro lado, de refilón, y he visto, a través del cristal del tren que te girabas un ápice hacia mí... bueno, no sé si hacia mí, pero, sí al menos, hacia donde estaba yo. Y ahora, me detengo, y me doy cuenta de que no sé exactamente, porqué te estoy escribiendo.

Supongo que será por si me vuelvo a cruzar contigo, supongo que será, porque me has parecido preciosa, con tan sólo los dos únicos flashes que retengo en mi memoria, de cómo es y brilla tu mirada.

Quizá esto te parezca una jilipollez, quizá estés con alguien, quizá no te importe (o quizá sí) que un tipo cualquiera te escriba algo absolutamente improvisado, quizá solo escriba esto para tener una excusa por la que hablar contigo... la próxima vez que se crucen nuestros caminos.

Tal vez, nunca más te vuelva a ver, pero, desde luego, no te olvidaré, y dondequiera que te vuelva a ver... me acercaré, y te haré entrega de estas palabras.

Y no sé porqué, intuyo que así será.

A veces, juzgamos por las apariencias y nos equivocamos, otras veces, el aspecto y algunos detalles sutiles son los que nos cautivan... creo que esta, es una de esas veces.

Gracias por alegrar, aún más, esta tarde soleada.

Ah! Me llamo Elías, ¿y tú?



(Narración escrita originariamente en papel, en una libreta para efectuar el acto de entrega, en caso de que se tercie... mientras tanto, hasta que ello tengo lugar, aquí queda)

1 comentario:

  1. me gusta! y a ella fijo q tb le gustaría :) y aparte de lo q cuentas, q sin duda es precioso (me reconozco en esos enamoramientos fugaces!), es también reseñable cómo lo cuentas. quizás sea solo una observación tonta (ya ves, solo por un escrito!) pero veo q estás depurando la técnica, hay q ir a la limpieza para luego adornarlo todo. pero primero limpieza; de términos, puntuaciones y demás, luego el resto. y te veo yendo hacia esa limpieza y me gusta, muy bien. felicidades :) sigue por ahí!

    ResponderEliminar