2.11.2010

Compañeros de autobús


Realmente, se trata de un instante importante. El preciso momento en que tu mirada se cruza con la de quien va a estar sentado a tu lado durante las siguientes 4 horas. No es cualquier cosa. Con un golpe de vista y un rápido análisis externo puedes vaticinar si el trayecto, será o no agradable. Un viaje fue Aday, hoy, María, a ellos los recuerdo por su conversación y compañía. A él por su nombre guanche, a ella porque nos descubrimos conversando como seres con bastantes semejanzas en nuestros currículos vitales. En cambio, a ese otro gordo, maloliente y rancio, que leía una novela barata de Warhammer, solo lo recordaré por su desagradable presencia a escasos centímetros de mi ser, y aún peor, en sus movimientos para reubicar la carga sobre la poltrona, no tenía inconveniente alguno en embestirme como las ballenas varadas a la orilla, sin demasiada fuerza, pero con pesadez a cada golpe. Y ni un mísero "disculpe".

En cuanto he subido esta tarde, a las 19:24 y he visto que mi compañera de asiento era lo que vendríamos a decir: una chica normal, y no en sentido peyorativo, sino normal, y punto, he suspirado tranquilo. Las otras opciones, alrededor, eran: un flemático cincuentón; un valenciano con pinta de no callar ni de bajo del agua, como, efectivamente, así ha sido; una chica de Madriz que le ha tocado a su lado y era igual de cansina que él, vamos, tal para cual. (Lo mejor ha llegado cuando tras una hora paliqueando, yo estaba concentrado en mi lectura y ellos solo eran un rumor de fondo que a veces interfería en mi emisora literaria, pues en una de estas interferencias el tío va y le suelta: Oh! Hemos hablado de mil cosas, pero aún no sé tu nombre, me llamo Bartolomé, pero todos me llaman Tolo, y yo me llamo Jennifer, pero todos me llaman La Jenny) Y he empezado a reírme, aprovechando que un poco antes un gag muy bueno en la novela de David Trueba (4Amigos) me servía como tapadera.

Si es que hay cada uno por ahí...

Como ese mulatón caribeño de hablar cansado y arrastrado, cuyo acento no he conseguido ubicar, que sentado detrás de mi, aferrado a su celular acusaba de robo a la compañía telefónica porque le había recargado, sin el solicitarlo, 10€, y él no tenía pensado gastarse esos 10€ en recargar el saldo, con lo cual eran 10€, que la compañía le había robado. Bien, pues la conversación (surrealista) se ha dilatado durante más de 5minutos, qué huevos los tuyos, moreno. A la próxima te lo haces de contrato, tontolculo. En eso estaba pensando, ziscándome en sus muertos, porque su voz gutural reverberaba en mi trompa de eustaquio y no podía concentrarme en las páginas, y así dudando en si girarme y lanzarle una mirada reprobatoria, he ladeado un poco la cabeza hacia mi compañera de autobús, y una sonrisa cómplice se ha dibujado en nuestros rostros. Compartíamos sufrimiento, al menos, no estábamos solos. Ella ha dormitado. Yo he leído. De vez en cuando la miraba de soslayo y escaneaba mentalemente las líneas de su rostro dormido. He estado a punto de prestarle mi plumas para que acolchara sus sueños, pero, claro... era una desconocida. Un rato después, tras la parada de rigor en medio de La Mancha, hemos intercambiado chicles por caramelos, y hemos empezado a hablar. Dos horas y media después, nos hemos despedido en la parada de metro de Túria, sin que se nos hubiera acabado la conversación, con un "Hasta la vista", sabiendo que es casi imposible que nos volvamos a ver.

Cuando algún día ella aparezca retratada como pedagoga de chicos problemáticos, en alguna película escrita por mí, sé que se acordará de este viaje. Para saber de todo lo que hablamos, habrá que esperar a la película.






Por cierto, en otras circunstancias le habría dado mi número, o escrito mi nombre de Facebook en un papel, pero María, tenía cara de tener novio (en efecto, lo tenía, bueno, lo tiene) si vuelvo a coincidir con ella, y no tiene novio, ya, si eso, os lo cuento.

Por cierto(2), hay tías normales, en apariencia, que cuando tratas con ellas y empiezas a conocerlas, las vas viendo cada vez más guapas, apreciando las sutilezas. El fulgor de los ojos de María no se me olvidará, la mortecina luz cenital del bus la ha dejado envuelta por un halo en mi memoria.

1 comentario:

  1. "no tenía inconveniente alguno en embestirme como las ballenas varadas a la orilla, sin demasiada fuerza, pero con pesadez a cada golpe". Good writing, my friend, good writing!

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